Calasanz

Recomendable para una mañana soleada de otoño y supongo que para cualquier momento de expansión. No tiene estos días la espectacularidad de los tonos de los hayedales pirenáicos, pero le basta con su propio colorido y el de su entorno para resultar espectacular. Tanto cuando se mira hacia el interior de Calasanz, como cuando se mira desde el interior del pueblo hacia esa desconocida (al menos para mí, hasta ahora) comarca de La Litera.
Lo bueno de las pequeñas cámaras digitales es que, en ocasiones, te sorprenden con alguna instantánea que no hubieras pensado realizar ni por casualidad. Bueno, por casualidad, como en alguno de estos cuatro casos, sí.


La parroquial tiene una fachada que resulta del todo adecuada para esta época del año. Sorprenden los ocres y anaranjados de sus sillares.

El conjunto del caserío se agarra a las rocas que lo protegen en una especie de equilibrio imposible.


Las vistas hacia el exterior resultan de igual manera otoñales, especialmente en la zona rocosa que repite la cromática cálida de los vegetales.


Hacia el llano, Peralta de la Sal, la playa fósil y las salinas, completan un recorrido absolutamente recomendable. (Como recomendable parar a comer lo que haya en el bar del pueblo natal de José de Calasanz...)

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