Asomarse al interior 06

El Viceconsejero de Cultura del Gobierno de Aragón, con la directora del CDAN, Vicente Villarrocha y José Beulas


Aunque la hojeta que se nos entregó en la inauguración rezaba Asomarse al interior 01, pienso que la exposición que ha preparado Vicente Villarrocha para la sala 2 del CDAN es, al menos la sexta de ese proyecto que dirige Chus Tudelilla en el museo de arte contemporáneo dispuesto en la ciudad de Huesca desde la Fundación Beulas. Con abundantes puertas de acceso.
He preparado para el Heraldo de mañana (edición de Huesca) una breve columna que reproduzco:

MIRADAS
Fernando Alvira
Proyecto semejante a algunos presentes en los mejores museos del mundo para manifestar sus colecciones en su propio espacio, Asomarse al interior, esa serie de las miradas a la colección Beulas Sarrate propuestas por el CDAN, son una manera segura de conseguir que el legado del pintor y de María, su mujer, no se quede muerto en las paredes de un hermoso contenedor, diseñado por arquitecto prestigioso y controvertido (requisito imprescindible de lo bueno).
La exposición inaugurada en la sala pequeña del nuevo museo, que pretende ser mucho más allá que un mero guarda cuadros al estilo de los que poblaron las capitales de provincia en el XIX, es buena muestra del correcto funcionamiento del proyecto. Lo ha hecho desde diversas perspectivas con anterioridad. Y lo hace, en esta ocasión, de la mano de un pintor, Vicente Villarrocha, cuya trayectoria en la plástica aragonesa de este periodo entre los siglos XX y XXI, pese a su timidez personal, podría ser definida, sin duda, como una de las más descaradamente contemporáneas. Tanto su camino como creador de arte, cuanto el no menos importante y complicado de andar, como teórico de las manifestaciones artísticas y de la crítica.
Su mirada al conjunto del legado se ha detenido en una serie de piezas reunidas en torno a las puertas que es preciso franquear si se quiere llegar al interior de esta o de cualquier colección. Para las miradas, como el propio autor comentó en la inauguración de la muestra, bastan las ventanas. Bastaría incluso una rendija. El por qué de esta selección queda perfectamente explicado en la hoja que se edita, de imprescindible lectura, incluso para los que no vayan a ver la exposición.

Como el blog me permite extenderme más que el periódico regional, transcribo el texto de Vicente al que me refiero en el artículo como de imprescindible lectura incluso para los que no van a ir a ver la exposición (ni esta ni ninguna):


"En la fábrica donde trabajó mi padre casi toda su vida, a la que me llevaba, de niño, el día de Reyes para recoger un juguete de colores del siglo pasado y una caja de pinturas de palo, había en todas las puertas un cartel que decía, más o menos: “Las puertas se han hecho para permanecer cerradas, si se quedan abiertas no hacen falta”. Ese recuerdo de infancia me generó el convencimiento de que dejar una puerta abierta era como mentir un poco, como provocar un sinsentido. Mi padre, ya enfermo, recordaba muchas veces aquel cartel de las puertas de la fábrica, bien para cerrar interminables debates, bien para concluir opiniones.
 
En un libro ilustrado que me regalé (infantilmente) en mi primer veinte cumpleaños, una edición barata que aún conserva el precio en pesetas, escrito a lápiz (“200”), una suerte de “manual de instrucciones” para entender (más o menos) las cosas de los estilos artísticos, aparece en la primera página un dibujo a tinta de Roy Lichtenstein que representa, con esas líneas características del comic, una puerta cerrada sobre la que se lee un onomatopéyico “KNOCK, KNOCK” entre trazos expresivamente sonoros, como si alguien golpease detrás. Siempre he pensado que quien llamaba tras la puerta era la pintura. Y no me refiero exclusivamente al expresionismo abstracto o “action painting” (que tanto quiero), sino a la pintura pintada, valga la redundancia, que está detrás de las puertas que los “tempos” de interpretación de lo mismo va concluyendo.
 
En Madrid, cerca de mi casa, hay una especie de espacio urbano, remedo de retranqueos constructivos con ínfulas de plaza, que se nombra como “Puerta Cerrada”. Responde la denominación a un tiempo antiguo y a una situación (las ciudades encerradas tenían, naturalmente, puertas). En los primeros años ochenta las medianerías ciegas de los edificios que dan espaldas a la plaza se llenaron de pinturas que abrían un tierno horizonte creativo y cerraban, al tiempo, la posibilidad de ver aquello sin la imperativa presencia de lo pintado. 
 
En la propuesta para asomarme al interior de la colección Beulas-Sarrate se deslizó coloquialmente la noción de “autorretrato” a la hora de mirar tras la puerta que la guarda. El pretexto, pues, esta servido. Porque para asomarse a un interior bastaría una ventana (una rendija ya sería suficiente), pero para acceder es imprescindible traspasar una puerta. Y en un enfoque hermenéutico, la selección de obras solo se comprenderá desde el intento del que se “retrata” aquí, de ofrecer una visión existencialista y fenomenológica (al menos en sus valores contextuales o de argumento). Se trata de arañar un campo visual potencialmente poético, por ejemplo partir especularmente de estos versos (que tomo prestados de Ángel Guinda): “Todo interior es claro cuando tiene / clara noción del exterior oscuro / y reclama la luz que le conviene”.
En la argumentación “el modelo explicativo llamado estructural no agota el campo de las actitudes posibles que podemos adoptar ante un texto” (anota Paul Ricoeur). La metáfora, que genera un incremento icónico, según tengo aprendido, al figurar el sentido de lo mostrado, va a ser compañera de las pinturas elegidas, precisamente por haber sido “pintadas” a puerta cerrada. Tras las puertas que las vanguardias históricas (y la práctica del arte, en general) han venido abriendo y cerrando. 
 
Entre las dos posibilidades barajadas a la hora de mostrar esta selección de obras, por un lado el intentar definir los “momentos de intensidad” de la colección y por otro, el atreverse a algo más prospectivo (más en la línea visual de la metáfora) he elegido, ya lo habrán notado, la puerta.
Y entre el símbolo, principio de teoremas variados y la metáfora, enigma de definición, se extiende un amplio mapa orográfico de la cultura pintada en el que habitan esas “figuras del espíritu” de las que hablaba Hegel. 
Vicente Villarrocha"

Debo de pedir una vez más disculpas por las fotos. Son del móvil y, además, yo no soy Fernando Alvira Lizano.




La salida del espacio "moneístico", cayendo la noche, presentaba un exterior hermoso



Atardecer que oculta una redolada necesitada (con luz) de algunos cuidados en su ajardinamiento.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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